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sábado, 26 de febrero de 2011

Cuando los buenos ganan


Debo reconocer que mis conocimientos sobre Kurt Vonnegut se limitaban a las portadas de algunas de sus obras de ciencia ficción, destaco entre ellas “Galápagos” porque ha sido reeditada en España hace relativamente poco tiempo. Sin embargo, aún no había leído nada sobre este autor tan controvertido, y ¡zas!, llegó a mis manos “Mire al pajarito” (Ed. Sexto Piso) y bueno, caí rendida a sus pies.

"Mire al pajarito" es un libro también algo atípico dentro de la bibliografía de Vonnegut, su obra en general comprende novelas de ciencia ficción, género (por el que siento debilidad) que le permitió criticar de forma explícita a la sociedad de su tiempo, con temas como la guerra, la destrucción del medio ambiente o la deshumanización. Su gran seña de identidad es que todo estaba impregnado de humor ácido. Sin embargo, “Mire al pajarito” es una colección de relatos (catorce en total) llenos de ciudadanos “típicos” estadounidenses que se deberán enfrentar a los caprichos delirantes de Vonnegut por ponerlos en las situaciones más estrafalarias posibles.

Leyendo este libro me he enfrentado cara a cara con un cruel y homicida hipnotizador, un matón de la mafia que se adueña de un pequeño pueblo, un psiquiatra tan inteligente como vengador y, para rematar, con un aparato que da voz a la miseria humana. Y ya sé que estos personajes no son los compañeros ideales de nadie, pero os aseguro que dan pie a historias llenas de sorpresas.

Sin embargo, lo más impactante de todo es que en los relatos de Vonnegut son los buenos los que ganan. Y eso, personalmente, me encanta. De hecho, después de haber leído los 3 ó 4 primeros relatos me descubrí intentando averiguar cuál sería el giro inesperado que escribiría “mi amigo” Vonnegut (lo siento, pero cada vez que leo a un autor que me encandila, directamente le hago un hueco en mi corazón como a un amigo) para que al final “todos comieran perdices”, pero no conseguí anticiparme a la verdad ni una sola vez. Y es que aunque los buenos ganen, ni las tramas, ni los personajes, ni los finales son facilones o evidentes. Y a mi humilde entender, ahí está la grandiosidad de Vonnegut.

“Mi amigo” dibuja personajes sencillos, en escenarios cotidianos, les da una voz de lo más mundana y los mezcla con la injusticia, la maldad, la locura y otros aspectos canallescos de la humanidad, para conseguir un cóctel perfecto: dulce y refrescante. Ya me diréis si no es para quererlo como a un amigo.